martes, 5 de abril de 2011

La expulsión de los moriscos



El 7 de diciembre de 1526 Carlos I promulga una pragmática contra los moriscos en la que se les prohibía el uso de su lengua, religión, costumbres y vestimenta, dándoseles un plazo de 40 años para su total erradicación; pasado este plazo y pese a los intentos de aplazamiento, la pragmática fue reactivada, en 1566, por su hijo Felipe II.
Ante estas mediadas dos años más tarde, el 24 de diciembre de 1568, en Béznar, los moriscos de la Alpujarra se levantan en armas y eligen como rey a Fernando de Córdoba y Válor (natural de Valor y de estirpe califal) que, tras abjurar de la religión cristiana, se hará llamar Abén Humeya. Siendo coronado, según cuenta la tradición, bajo un olivo existente en el camino de Cádiar a Narila .

Desgraciadamente como en cualquier guerra, y máxime en las que existe un trasfondo religioso como las que nos ocupa, este levantamiento no fue en absoluto pacífico provocando acontecimientos que resultaron sumamente dramáticos para los pobladores. Para sofocar la revuelta y evitar el apoyo a los rebeldes alpujarreños serán deportados  los moriscos del barrio del Albaicín en junio de 1569, y en marzo de 1570 los residentes en las vegas de Granada, Guadíx y Baza.
Tras dos infructuosas campañas militares previas, no será hasta después de la llegada de Don Juan de Austria (hermanastro de Felipe II y llamado por ello "el bastardo real") en 1569 cuando se consiga someter a los sublevados. La acción militar de este se vio favorecida por la muerte de Abén Humeya que, traicionado y vendido, probablemente murió colgado de un árbol muy cercano al lugar donde fuera coronado, entre Cádiar y Narila. A este le sucedió su lugarteniente Abén Abó que, tras recibir refuerzos de Argel, se hace fuerte en Mecina Bombarón  y obliga a D. Juan de Austria a organizar la tercera campaña militar en la Alpujarra; no obstante Abén Abó también murió asesinado el 14 de marzo de 1571, en una cueva sobre el río Grande de Bérchules , a manos de El Jeniz . Dándose así por concluida la sublevación morisca y su consiguiente expulsión de la Alpujarra.
Aunque resulta muy difícil de cuantificar, las estimaciones fijan en torno a unos 150.000 el número de moriscos que fueron expulsados de la Alpujarra Finalmente, en 1610, el rey Felipe III decreta la expulsión definitiva de los moriscos de España; estimándose en unos 300.000 moriscos las que debieron abandonar la península rumbo a África .


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